martes, agosto 04, 2015

Cuando tenía como 10 años, me tocaba ir por el pollo asado para la hora de comida. Me iba yo solita. En bici. Para poder llegar a la esquina donde vendían los pollos tenía que cruzar unas cuatro cuadras de la avenida donde vivía, y luego tomar una calle muy transitada con camellón, por donde pasaba el transporte público, siempre había carros estacionados porque casi todo eran comercios. Me acuerdo que mi mamá me decía que esa calle la tomara en sentido contrario, por aquello de los camiones y de los portazos de los carros.

El fin de semana soñé con ese recorrido, me acordé de mi bici con su canasta enfrente y sus pompones morados colgando del manubrio. Y mientras en mi sueño pasaba por esas calles, y toreaba camiones y manejaba por las banquetas con toda seguridad, al despertar pensé que ni de chiste podría volver a hacer ese recorrido en la actualidad. En verdad, me daría mucho miedo, preferiría irme caminando. Es más, preferiría pedir una pizza y que me llegara directo a casa.

Me acordé de mí misma, toda chiquita, pedaleando una bicicleta de niña, entre los baches y los topes. Y pensaba en si mi mamá se quedaba angustiada cuando me veía salir en la bici, sin casco, ni rodilleras, protegida nomás con su bendición y la amenaza de no tardarme. Había veces en que el pollo todavía no estaba, y me tenía que esperar. Me chocaaaaaaba esperar, ahí sola al lado del asador, regresaba toda ahumada oliendo a leña. Luego había señoras super gandallas que, a pesar de que veían que yo estaba haciendo fila, se metían y querían que les sirvieran a ellas primero. Siempre me he sabido defender, y aunque me causaba mucho estrés, les decía que yo había llegado primero. Posestas.

El sábado fui al parque con Iker, y mientras lo veía correr por el pasto, y tropezarse, y caerse, y llenarse de tierra las rodillas, y querer subir solo las escaleras de la resbaladilla, y correr sin que quisiera tomarme de la mano, y que un niño malcriado le quitara su pelota... me dio mucha angustia. ¿Dejaría yo ir a mis hijos en bici a comprar los tacos mañaneros? ¿Los dejaría ir solos a la tienda? ¿Los dejaría regresarse en camión de la secundaria? ¿Dejaría que mis hijas anduvieran jugando fut en la calle? Yo no sé cómo le hacía mi mamá. Es más, no sé cómo le hace ahorita.

Poco a poco voy entendiendo sus angustias, su estrés cuando son las 5 de la mañana y no he llegado, que quiera llevarme hasta el autobús cuando vengo de regreso a Monterrey, que me pida que le avise luego luego cuando llegue a casa, y que cuando se me olvida trate de hacer como que no le importe y me mande mensaje así como muy a discreción.

Ayer le mandé mensaje a mi papá porque soñé que se había muerto y que nadie me había dicho para que no me sintiera mal. Me habló luego luego para decirme que todo estaba bien, y me habló hace rato de nuevo para ver cómo seguía de mi coranzoncito. Le hizo el feo a los chayotes que traje de lunch, y me prometió tortitas de elote con azúcar y caldo de res sin res para cuando vaya a San Luis.

Está bien difícil esto de darse cuenta un día de que nuestras acciones no son solo nuestras, que le afectan a otros más de lo que imaginamos. Hasta nuestros sueños, al parecer. De que siempre habrá alguien que se preocupe por si ya comimos, por si todavía tenemos ropa limpia, por si nos ha dado alergia este mes. Qué difícil pasar la tarde pensando en que Iker se las va a tener que arreglar solo cuando alguien le quiera quitar su lonche a la hora del recreo. Qué difícil decirle que si quiere ir al antro, me va a tener que llevar.

lunes, enero 19, 2015

Estoy segura de que el amor todo lo puede. No lo dudo, no he dejado de creerlo. Pero también sé que no basta con amar. No basta con sentir amor. No basta con dar amor. No basta con sentirlo.

Creo que amarlo tanto siempre fue mi decisión, y llegué a pensar con eso era suficiente: dale todo el amor que puedo. Lo que podía. No me arrepiento de esa decisión, sigo pensando en que de algo le sirve saber cuánto lo amo. Creo que tal vez, sólo tal vez, en esas noches en que lo agobian sus demonios, piense en que hay alguien a muchos kilómeros de distancia que siempre tiene un momento para pensar en él, para soñar con él, que dice su nombre cada que puede, que no deja de pensar en lo que hemos pasado, en lo que seguimos viviendo, y que sigue planeando mundos futuros en los que seguimos juntos.

Pero sé que amarlo no alivia sus dolores, no calma sus ansiedades. Sé que mi amor no es lo que necesita, que no es lo que le ayuda a despertar y enfrentar el mundo. Sé que no espera mis palabras bonitas, que no es de mí quien desea escuchar los buenos días, o las buenas noches, o los te extraño, ni los te quiero, ni los te amo. Ni nada.

Si me preguntan "¿y entonces? si lo sabes ¿qué esperas? ¿qué buscas? ¿qué quieres?", tengo mis respuestas muy claras. Las he venido pensando desde hace mucho tiempo, y en días como este no dejo de desear como nunca que eso que quiero pueda llegar a ser posible. Quiero que él ame a alguien tanto como yo lo amo. Que sienta todo eso que me hace seguir creyendo en el amor. Y que ese alguien lo ame del mismo modo, con la misma intensidad con que yo lo amo. Que lo extrañe incluso cuando esten juntos, que no pueda dejar de sonreír cuando lo vea acercarse. Que busque cualquier pretexto para tomarlo de la mano, para abrazarlo, para recargarse en su hombro, para decirle algo al oído, para compartir una paleta, para estar juntos. Que se preocupe por él hasta en sueños, que no pueda dormir hasta que no le mande mensaje de que ya llegó a su casa, que enloquezca cuando no le contesta los mensajes ni responde al teléfono. Alguien que se acuerde de él cada que come un platillo nuevo, cada que vea una película o lea un libro, y que sienta la necesidad de correr a contarle. Que le den ganas de llorar y reír al mismo tiempo cuando lo ve a los ojos mientras él le cuenta lo que hizo durante el día. Que lo cuide, que no lo lastime, que lo entienda, que lo haga enojar pero que sepa cómo contentarlo de nuevo. Que lo ame. Que se amen.

Y quiero lo mismo para mí. Eso es lo que más quiero. Sentir todo eso por alguien más. Y que alguien me ame del mismo modo. Que no baste con amar. Que quiera construir. Que quiera compartir un camino en que el amor todo lo puede.

Quiero que nos amen. Quiero que podamos amarnos a nosotros mismos. Quiero que aprendamos a amar a alguien más. O tal vez sólo eso, que aprendamos a amar.

martes, noviembre 04, 2014

Soliloquio

Escribí algo parecido a un libro. Es una recopilación de varios soliloquios y entradas que he puesto en el blog, pero con algunas modificaciones.

Y nada, se los quiero compartir. A quien sea que ande por ahí leyendo lo que escribo.

Si quieren y pueden ¡díganme sus comentarios!

https://drive.google.com/file/d/0BxHTXBkCqzExS0hNVUxqMUQwZGM/view?usp=sharing

sábado, septiembre 06, 2014

Soliloquio 14.0

Si de algo me enorgullezco es de mi buena dentadura y de que mi cara no aparente los años que tiene. Y todo bien, pero luego, un día llega alguien a decirme que me veo ojerosa, que si no he dormido. Y me obsesiono con eso y me pongo a ver mis fotos de los últimos días, de los últimos meses, de los últimos años, y PUM, en todas tengo unas ojeras profundas y me parece que mi cara ya aparenta la edad que voy a cumplir. O más. Sí, la culpa no es mas que mía. Si mi madre no tiene arrugas a sus sesentayloquesea, es porque toooda la vida la he visto ponerse sus cremitas, su bloqueador, su sábila, sus valemadroles. Y entonces pienso: ¿por qué jodidos nunca le hice caso?

Así como dejo a medias todo lo que hago (aprender italiano, aprender frances, las clases de spinning, mi proyecto de un dibujo diario, la tesis de doctorado...) también dejo a medias las cremitas y mascarillas y bloqueadores y pendejaditas para cuidar mi piel, y aunque nunca me habia importado, como que todo eso llegó de pronto cuando escuché esas palabras: tienes ojeras. Y ojeras feas. La genética no lo es todo, mis dientes se estarían cayendo si no me los cepillara diario y usara hilo dental y fuera -muy a huevo- a la dentista cada que me acuerdo de ella o me obligan a ir. Y caí en cuenta de que las ojeras y arrugas van a llegar si no me empiezo a cuidar la piel, como debería haberlo hecho desde hace años.

En esas andaba, pensando en que no quiero tener ojeras. Por supuesto que ese día corrí a hacerme una mascarilla de avena con yogurt y una vaporización con manzanilla y un exfoliante con arcilla... pero como siempre, nomás fue ese día. Pasaron algunas semanas y me tocó hacerla de dama de compañía para ir de compras, justamente iba a acompañar a mi amiga a que se surtiera de cremas para la cara, tonicos y demás cosas carísimas de París, para las cuales tendría que vender un riñón si quisiera comprar. Y el riñón bueno, para acabarla. De suerte no había mucha gente y la señorita (diiigo, buena persona pero también sabía que se le iba a comprar harta cosa) accedió a hacer un facial gratuito no solo para mi amiga, tambien para mí. Y ahí me tienen, en medio de la tienda, en sábado por la mañana, frente a cualquiera que pasara, con mi macarilla de arcilla verde. Yo mejor cerré lo ojos porque ¡oooooso! que alguien conocido me viera. Por suerte esto no es San Luis... pero pues uno nunca sabe. La señorita me dijo: qué prefieres ¿solucionar primero las manchas, o el cutis graso? ¡WTF! ¡Pinche vieja, no tengo manchas! ¡Son pecas! ¿Por qué la gente se mete con mis pecas?... o a lo mejor sí son manchas y yo me ando haciendo el cuento de que son pecas para no sufrir. Pero bueno, como sólo habia una opción, la verdad me preocupaba más lo del cutis graso.

Vivo en la eterna creencia de que tengo acné, y me compro cosas para el acné imaginario y luego sí me salen granos por andar sobreestimulando las glandulas sebáceas (quioobo). Me puso mil cosas, me explicó que onda, me ardió la cara, casi lloro pero me aguanté. Me dejó toda roja y casi estuvo a punto de ir por te de manzanilla para quitarme la irritación. Cuando pensé que todo estaba perdido para mí, llegó con un producto nuevo (tambien carísimo de París) para LAS OJERAS. O sea, ¿qué no le estoy diciendo que no soon manchas? ¡son pecas... tengo pecas... en el parpado inferior! No pos sí, son ojeras e indicios de bolsas debajo de los ojos. Qué quiere que haga, me desvelo, duermo mal y me gusta la comida china. Póngame su producto milagro. La verdad se sentió suuuper rico, y el efecto placebo surtió efecto, yo me veía ya sin bolsas y sin ojeras y aparentando lo que pienso que aparento. Mi amiga salió de su limpieza también (a ella sí le tocó en una cabina privada, porque ella es la del dinero) y me dijo: ¡te ves muy bien!. Y claro que me veía muy bien, toda roja pero sin bolsas en los ojos.

Me convencí, esta iba a ser mi primera compra seria como señora treintona que necesita ocuparse de su piel y sobre todo, de sus ojeras. Me llevo el tónico mágico para la ojera y la bolsa del ojo, ¿cuánto es? ¡Ay, que bueno que te lo llevas! nomás son bsbssbspesos. Oki... no le escuché. Ah, son bsbsbstrescientos pesos. Ah, con madre, trescientos. No no, jaja, no, son MIL TRESCIENTOS PESOS... los pagas con crédito o tienes tarjeta con nosotros. Putamadre... cómo le digo que es la mitad de mi renta. Pero sobre todo, cómo me digo a mí misma, mañana por la mañana que esas ojeras se van a incrementar y que me van a salir mas bolsas y que la mascarilla de avena no puede hacerlo todo. Ni pedo, ahí le va la tarjeta y me lo pone a tres años sin intereses.

Muy amable me regaló mestras para complementar el producto, y me dijo cómo me lo tenía que poner, cada cuando, de qué forma y cómo dar el masajito correspondiente para desinflamar. Me dijo que de todas formas tengo que cuidarme mucho y dormirme temprano para que mis ojos se relajen chido y el producto haga su efecto. Yo ya iba con la moral en el piso, porque ninguna de sus recomendaciones pensaba seguirlas, y porque ya me estaba dando hueva pensar en el ritual de la crema. Y para acabarla de joder, nunca en la vida había comprado desmaquillante de ojos, siempre me he dormido con las plastas de rimel en las pestañas, y en más de una ocasión he intentado despertar y no puedo porque mis pestañas están pegadas y tengo que caminar a ciegas al baño, a echarme aunque sea jabón de manos para poder despegarlas. Ya me estaba arrepintiendo... pero... y mis ojeras... y mis bolsas... y mi juventuuuuud. Ya qué, a comprar un desmaquillante (ese sí de 60 pesos, porque ni que fuera millonaria).

Ya iba yo con mi bolsita cargada de muestras y de una crema que costaba lo mismo que el boleto del corona capital. Damn. Mil veces damn. Y en eso me dice la amable mujer, te voy a poner la muestra de esta cremita que te puse al final (para quitarte la pinche irritación que te causaron nuestras mascarillas), es para que te hidrates bien, porque acuerdate, es importante comenzar a hidratar bien el rostro para antes de los 30. Ay señorita... qué ganas de regresarle la crema, qué ganas de abrazarla y decirle gracias. Qué felicidad pensar que a pesar de mis ojeras, mis manchas y mis bolsas bajo los ojos, le parece que apenas voy para los 30. Pero ni pedo, como no hay devoluciones, ya me chingué. Ahora cada noche, antes de dormir, sea la hora que sea, tengo que ponerme mi crema carísima de Paría y me tardo como media hora en todo el ritual. Después de tres semanas me sigo viendo las mismas ojeras y las mismas bolsas bajo los ojos, pero al menos estoy disciplinándome en algo. Y prometo que esta crema no la voy a abandonar a medio camino. Posoigan... es media renta.

martes, septiembre 02, 2014

Not. Again.

Miren, en octubre del año pasado me propuse algo: decidí que al siguiente Corona Capital no quería ir ni de mal tercio, ni dependiendo de que alguien más fuera y definitivamente, quería ir con mi novio. En ese momento -como en las décadas anteriores a ese momento- no tenía novio, ni nadie en la perspectiva ni intenciones de serlo. Sólo quería que el siguiente festival de música fuera distinto, quería ir con alguien especial, así como el resto de mis amigos.

Mientras estaba yo sola, sentada en el pasto, escuchando Sigur Ros, esperando que alguien (que consideraba especial) apareciera para cuando empezaran Queen of the Stone Age, pensé en eso: que no quería estar el siguiente año yo sola, esperando a uno de mis grupos favoritos, y sabiendo que iba a terminar yo sola escuchando. Sentí esa necesidad de compartir con alguien, Y veía a mis amigos con sus novios, novias, esposos, esposas, y pensaba en quien no se apareció, que al final de cuentas también estaba con alguien porque desde un inicio había decidido no ir conmigo. Y pensaba en que ya no quería eso, que también quería compartir esas cosas que amo con alguien especial.

Fue ahí que me dije a mí misma: tengo un año para poder encontrar a alguien que me quiera (ni siquiera alguien que me ame, nomás que me quiera o que quiera comparti conmigo este momento) y que esté dispuesto a venir conmigo a compartir la música que amo y las cosas que me gustan, con la gente que quiero. Pensé que en un año seguro conocería a alguien, y podríamos planear el viaje, y divertirnos y ser felices, y que yo me sentíría feliz por haber cumplido un propósito y por haber encontrado a una persona importante que quisiera estar conmigo en un momento importante.

Ya casi es un año, y -como pueden imaginarse- nada de eso ha pasado. Muy pronto es el Corona Capital. Ni siquiera estoy segura de poder ir. Y si acaso fuera, sería como siempre, como a todos los coronascapitales, como a todos los conciertos, como a todo, en general: yo sola. No voy a mentir, me siento triste y decepcionada porque no fui capaz en un año, de cumplir algo que tal vez parecía sencillo. Lo más condescencientes me dirán "no te preocupes, falta un mes, puedes encontrar a alguien". Pero de alguna forma todos sabemos que no. No va a pasar.

Pueden decirme todo lo que quieran, "ay Citlalli, eso no es importante", "ay Citlalli, si tú sabes como divertirte siempre", "ay Citlalli, si ya sabes que te la vas a pasar bien". Y todo eso lo sé my bien, no lo dudo. Soy muy divertida yo sola, por eso me la paso genial en todos los conciertos, películas, exposiciones, you-name-it, a las que voy yo sola. Si así no fuera, no iría. Es el hecho de que me puse una meta, y pasó un año. Y en ese año, hay quien tuvo cinco novios, cinco novias, un marido y un novio, una esposa y dos novias... y yo, sigo sin conseguir que alguien quiera acompañarme a ver una película, a tomar un café al restaurante nuevo, al recital de pasado mañana. Ya no digo a un festival de dos días en otro estado del país.

No escribo esto para que, quien lo lea, venga y me conforte. Ya lo escribí antes, llega un punto en la vida en que es necesario dejar de hacerse pendejo y darse cuenta de quien es. Y ya, me veo como soy, con lo bueno, con lo malo y con lo peor. Es sólo que tenía una meta, tenía las ganas. Hace dos años me propuse llevar a alguien a la boda de una amiga. Siempre voy sola a las bodas, no me afecta, me divierto mucho y nunca falta con quien bailar y echar desmadre. En esa ocasión, aunque ya haía invitado a ese alguien especial, sabía que no iba a ir, que iba a cancelar al final de cuentas. Como sea, me propuse que iba a encontrar con quién, me negaba a ser la única sin pareja. No necesito contar el final: obvio que no encontré. Y no pasó nada, estuvo increíble, ha sido uno de los viajes más divertidos y reconfortantes en mi vida.

Sé que si voy al coronacapital de este año voy a ser muy feliz. Voy a escuchar a grupos que nunca han venido, y que al parecer nomás a mí me emocionan. Sé que va a ser un viaje divertido, que voy a estar con mis amigos, que voy a estar con la gente que quiero y que me quiere, y que quiere estar conmigo a pesar de mí misma. Es sólo que tenía un objetivo, que a pesar de 365 días no pude cumplir. Que me quedo con la impresión de que algo estoy haciendo mal. Que sólo quería tener alguien a quien abrazar mientras Belle & Sebastian cantaban I love you I've a drowning grip on your adoring face
I love you my responsibility has found a place...

Pero pues no.

lunes, agosto 25, 2014

Yo supongo

Supongo que debe llegar ese momento en la vida en que te asumes como eres. Y punto.
En que dejas de hacerle a la mamada. En que sabes de lo que eres capaz. Y de lo que no (esas cosas de que "naaah, tú lo puedes todo, el cielo es el límite, tú ponte una meta y si le echas ganas lo vas a conseguir, y bla bla bla" siempre me dieron hueva y justo ahora confirmo que es bla bla bla).

Supongo que llega ese instante en que todo es claro, una epifanía, dirían los entendidos. En que te ves al espejo y dejas de hacerte tonta. En que te das cuenta de lo que puedes conseguir, en que realizas (ya no hallo más sinónimos, concédanme la pochada de la mala traducción del "I realize") que tienes los poros abiertos y no hay mascarilla ni crema ni tónico que lo resuelva. Que tus ojeras ya se quedaron ahí para el resto de los días. Que vas a tener que sacarte la ceja, la entreceja y el bigote por lo que te queda de vida. Que si en prepa pensabas que estabas gorda, ahora darías tu reino por volver a ser la talla que eras en ese tiempo. Que esos kilos que perdiste hace 5 años ya regresaron y no se van a ir. Que ese wey nunca te quiso ni te va a quere nunca de los nuncas. Que tienes que pones tus expectativas al nivel de lo que eres en este momento.

Supongo que te da cuenta de que eres eso que ves. Cada mañana. Cada vez que te observas en el espejo. Que no eres tu foto de perfil de facebook. Que no eres lo crees que eres. Que te ves como te ves, no como piensas que te ves ni como quisieras que te vieran.Que encontrar a alguien menos dañado que tú va a estar muy cabrón. Que tienes la edad que tienes, la que dice en tu acta de nacimiento, no en tu IFE que sacaste hace 8 años.

Supongo que te da flojera fingir. Que ya no toleras, que ya no aguantas, que ya no soportas. Que lo que caiga está chido. Que aceptas a quien quiera llegar. Y el que no quiera, que chingue a su madre. Que no hay probarle nada a nadie. Que lo que te gusta te gusta y punto. No hay por qué dar explicaciones. Que si te causa gracia te ríes, y si no pues no. Y si quieres llorar pues lloras, y si te quieres enojar te enojas y dejas de sentirte culpable.

Supongo que ves la realidad. Que ves dónde estás. Que no ves para dónde vas, pero no importa. Que no tienes un peso en la bolsa, pero vale madres. Que pedir prestado ya no te avergüenza. Que quedar a deber ya no te quita el sueño. Que exigir lo que te deben deja de ser un problema. Que vender lo que ya no sirve es necesario. Que ofreces tus conocimientos y experiencias al mejor postor. Que rechazar el trabajo que no quieres ya no te causa remordimiento.

Supongo que deja de importar si vas o no vas acompañada. Al cine. Al teatro. A la fiesta. A la boda. Al café. Al restaurante. Al concierto. A la vida. que si viene está chido, y si no pues da igual. Que si quiere estar contigo se agradece, y si le vales madre, también. Mejor aún. Que deja de importar.

Supongo que empiezas a madurar. O no. Que piensas que aprendiste pero no es cierto. Pero ya no importa, porque ya no te arrepientes de haber gastado esos 300 pesos en algo que ni siqiuera te lo van a agradecer. Que decides jugártela y esos últimos ahorros se van en la cerveza del domingo. Por que YOLO. Porque da igual comer atún todo el mes. Por que ya sabes lo que sabes y eso te hace feliz. O no.

Supongo que te da igual llorar a cualquier hora del día. O cantar. O bailar, O buscar en internet los lugares a donde quieres viajar pero no puedes. Que ya te da igual. Y sabes que eso no te hace conformista, te hace consciente. Te hace fuerte. Te hace humana. Que estar triste está bien. Que igual mantienes las esperanzas en que algo bueno viene. En que después de todo, te has divertido, Te estás divirtiendo.

Supongo que llegará el día en que alguien me ame a pesar de ser quien soy, de verme como me veo, de sentirme como me siento. O no. O me va a dejar de importar. Y voy a dejar de pensar en eso. Supongo que mañana, cuando amanezca, me seguiré preocupando por las mismas cosas.

Supongo que debo empezar por amarme. Y que mañana voy a intentar que eso pase. Y que quizá se me olvide para las 3 de la tarde, pero que eventualmente lo recordaré. Y voy a seguir suponiendo, porque al final de cuentas es lo único que tengo seguro. Eso y que hay dos hotcakes esperando por mí en el refri. Tengo seguro mi desayuno... lo demás son puras suposiciones.

jueves, agosto 14, 2014

Ni un peso más.
Ni un suspiro más.
Ni un sueño más
Ni un recuerdo más.
Ni un detalle más.
Ni una canción más.
Ni un libro más.
Ni un viaje más.
Ni una borrachera más.
Ni una insistencia más.
Ni una preocupación más.
Ni un minuto de mi tiempo.
Ni una lágrima. Nunca.
No más.

http://grooveshark.com/s/I+Should+Live+In+Salt/58McSY?src=5


martes, abril 01, 2014

Placebo again

- Pasaron 7 años y dos semanas para que yo volviera a ver a Brian Molko y Stefan Oldsal. Steve Hewitt ya no vino, pero ahora está con ellos Steve Forrest. El toque americano que faltaba.

- Tocaron 2 horas y media. 22 canciones, la mayoría del "Loud like love", pero como siempre, incluyen clásicos porque saben que amamos escuchar lo que quieran cantarnos, pero siempre se agradece Sepecial K y Every you every me. Aunque confieso que sin problemas cambiaba cualquiera de esas dos por This picture, que nunca me ha tocado escuchar en vivo.

- Hace 7 años empezaron con Infrared, porque andaban promocionando el Meds que era su última producción. Me pareció genial que en esta ocasión cerraran con esa misma. Aparte es una de las canciones que más me gustan del Meds.

- Sobre Infrared, empezaron la canción a otro ritmo, super lenta, y justo cuando empieza el coro y se supone que debe empezar el guitarrazo a todo lo que da...¡a Steven se le cayó una baqueta! y tuvo que detener la canción. Brian en verdad se enojó pero Steve le decía algo así como "¡Pos qué quieres que haga?". 

- Otra canción que cambiaron de ritmo totalmente fue Teenage Angst. De hecho la reconocí hasta el coro, neta no sabía cuál era. Me encantó porque representa mucho de lo que es Placebo actualmente: ya no son adolescentes furiosos y amargados, vestidos de emo drags con delineador negro en los ojos. Son músicos talentosos, muchos más maduros, que han aprendido a darle su lugar a lo que mejor hacer: música. Aunque la versión original es muy divertida, me quedo con la que presentaron en el concierto.

- Brian Molko ya es un hombre maduro. Ya no va de un lado para otro azotando su guitarra. Ya no menea la cadera y hace su catwalk por el escenario. No tocó Taste in men, pero supongo que de haberlo hecho ya no hubiera hecho su sexydance con Stefan. Y qué decir de besarse apasionadamente con él. Eso ya no, porque ahora es padre de familia. No ha dejado de ser un hombre divertido, guapíiiiiiiisimo, talentoso, sexy, guapíiiiiiiisimo, y guapísimo. El punto es: no necesita hacer todo lo que hacía, porque los que vamos a verlo queremos escucharlo, queremos cantar a los gritos con él, queremos brincar y brincar mientras le da con fuerza a la guitarra. Queremos que se nos desgarre la garganta igual que a él mientras gritamos "See you at the bitter end!!!"

- Considero que esta ha sido el concierto más emo, para cortarse las venas, triste triste triste, suuuper down. Ya sé que no vengo a descubrir el hilo negro, al final de cuentas esa es la especialidad de Placebo, pero la selección de canciones en verdad era para llevarte a las profundidades de la tristeza que causa el desamor, pasando por la rabia, por la furia, por el coraje. Vamos, ni el concierto de Morrissey me hizo sentir todos estos sentimientos oscuros (y miren que Morrissey es el rey del azote... "In the absence of your love / and in the absence of human touch /I have decided I'm throwing my arms around / around Paris because only stone and steel accept my love..." les digo). 

- Me gustó que gran parte del concierto fueran canciones del nuevo disco, y que también incluyeran una buena cantidad de Battle for the sun, porque ese no lo trajeron a Monterrey. No esperaba que cantaran "A little million pieces", aunque era probable porque es del nuevo disco. Pero para lo que en verdad no estaba preparada era para "Speak in tongues". Lo que pasa es esto: hay canciones que fueron sencillos y tuvieron su video y toda la cosa (como This picture, como Never ending why) y que esperas que igual algún día la incluyan porque son parte de su material más exitoso. Pero hay canciones como "Speak in tongues" o como "Space monkey" (que también tocaron) que son como el lado B del disco, que amas pero ni siquiera esperas que la consideren. Y entonces, después de soltar la última lágrima al ritmo de "And all my dreaming torn in pieces now...", se escuchan los primeros acordes y uno piensa "¿será? ¿es neta que van a cantar Speak in tongues?" y se escucha la voz de Brian Molko diciendo que "Kitty came back home from on the island..." y ya, con eso es suficiente para saber que sí, que podemos hablar otros lenguajes.

- Tocaron canciones de todos los discos, y en un ejercicio de mamonería y fanatismo les cuento que: del Placebo,  Teenage angst; del Without you I'm nothing, Every you every me; del Black market music, Special K; del Sleeping with ghosts, The bitter end; del Meds, Meds (más les valía), Infrared, Space monkey, Post blue, Song to say goodbye, Blind, Running up that hill; del Battle for the sun, For what is worth, Speak in tongues; del Loud like love, obviiiiamente Loud Like Love, B3, Scene of the crime, A million little pieces, Too many friends, Rob the bank, Exit wounds, Purify (nomás les faltaron 3 para cantar el disco completo); y la infaltable y hermosa Twenty years.

- No puedo escoger una como la mejor de todas, es como preguntarme si quiero más a papá o a mamá. Pero la que me hizo gritar y cantar hasta dejarme sin aliento, con la que salté como nunca, la que llegó al fondo de mi corazón y siempre siempre me pone muy triste por sufrir mal de amores: BLIND.

If I could tear you from the ceiling,
I'd freeze us both in time,
Find a brand new way of seeing..
Your eyes forever glued to mine.

Don't go and leave me,
And please don't drive me blind...


martes, marzo 18, 2014

19 de marzo

Hace cuatro años empezamos a tener miedo. Miedo en serio, del de a deveras. Ya habíamos empezado a tomar ciertas precauciones pero miedo, lo que se dice miedo, lo sentimos ese 19 de marzo de 2010. Incluso, ese día me regresé ya tarde de un lugar allá por el centro. mi papá y mi hermana estaban en Monterrey por cosas de trabajo y me tocó ir a visitarlos al hotel. Esa noche aún volví tranquila y confiada. Tuvieron que pasar 4 años para volver a tomar el valor de hacer muchas cosas y de visitar esos lugares.

Desde ese 19 de marzo a la fecha me tocó escuchar muchas balaceras, algunas lejanas, algunas a dos cuadras de mi casa. Pasar noches en la sala de tele, esperando con mis roomies a que dejara de escucharse la persecución. También escuché dos granadazos, a varios amigos les pasó que se encontraron en fuego cruzado en medio de la avenida, me tocó estar pegada a la tele por si en los noticieros salí información de los bloqueos que había en la ciudad. Me tocó mandar mensajes y hablarle a los amigos ya entrada la madrugada para saber de su paradero, para confirmar que estaban bien. Me tocó mentirle a mi papá muchas veces, para que no se preocupara. Me tocó ir a marchas. Me tocó llorar algunas veces. Muchos de mis lugares favoritos en la ciudad fueron cerrando. Hablo del Barrio Antiguo como si hubiera sido en otra época, como que todo eso fue hace tanto tiempo. Y no, han sido sólo 4 años.

La ciudad ha cambiado mucho desde ese entonces. Hace tanto que no me despiertan las ráfagas a media madrugada. Muchos lugares en el centro han empezado a reabrir. Ya no me siento tan insegura cuando vuelvo del Marco los lunes por la noche. Ya no le temo a los retenes de fuerza civil (un poquito a los de los militares, mucho a las antialcohólicas y sus multas). No digo que todo está bien, no digo que los problemas hayan terminado, sólo creo que estamos superando el miedo y la paranoia.

Me hubiera gustado que Jorge y Javier vieran esto, el Monterrey de ahorita. Que hubieran podido disfrutar de las bicis en el campus. Que fueran testigos de que el Café Iguana ya reabrió. Que hubieran comido chilaquiles en el aniversario del Tec. Me hubiera gustado que no sintieran miedo. Que cumplieran sus planes. Que el ejército no les hubiera disparado y golpeado hasta matarlos. Que no les quitaran sus credenciales y los hicieran pasar por sicarios. Que alguien diera la cara para ofrecer explicaciones. Que sus familias no sufrieran. Que no tuviéramos que recordar el 19 de marzo de 2010 como la fecha en que empezamos a tener miedo. Eso me hubiera gustado.

jueves, marzo 13, 2014

Ni lavadora donde caer muerta...

Aunque no parezca, hay cosas de las que siempre he estado segura. Y creo que la educación que he recibido (en casa y en la escuela) tienen todo que ver con eso. Es cierto que de pronto me da por perder el rumbo, pero al final del día me doy cuenta de que mientras pueda dormir con la consciencia tranquila y sabiendo que sonreí al menos una vez en ese día, todo está bien.

Siempre estuve segura de que no tendría un carro, por ejemplo. No los desprecio, incluso me gustan mucho y me encantaría saber mucho más de mecánica automotriz. Es sólo que nunca he querido tener uno. cuando tenía 18 mi mamá me compró un vochito, modelo ochenta y algo. Blanco, mañoso como él solo. Nunca me lo llevé a la escuela, pero lo sacaba diario para ir por la comida, o recoger a mi hermana, o si tenía alguna vuelta cerca de la casa. Una vez fui con un amigo a la embotelladora de Cocacola, que quedaba muy cerca, teníamos que hacer una entrevista para un trabajo de la escuela. Fue todo un reto pasar los topes, no chocar y lograr estacionarme. Mi pobre amigo casi le da un infarto durante el viaje... era muy mala para manejar. Pero mi resistencia a los carros no era únicamente por mi falta de pericia, al final eso se resuelve con la práctica. El asunto es que nunca he querido tener un carro. No lo necesito. No lo quiero. No está en mis planes.

Por el contrario, siempre he estado segura de querer ir a muchos concierto. A veces eso implica viajar (que es otra cosa de la que siempre he estado segura). No es lo mismo escuchar a Placebo en grooveshark o verlos en youtube, que estar en la primera fila del estadio y poder bailar y gritar y hacer headbang y enloquecer mientras Brian Molko me canta This Picture. La verdad es que con todo lo que he gastado en concierto es posible que ya hubiera juntado para un carro (o para el enganche). La diferencia es que prefiero ver a Placebo en vivo que manejar un Murcielago.

Hace unos días me manifestaron una gran preocupación por mi futuro -"¡tienes más de 30 y no tienes nada!"- y la verdad fue un golpe muy bajo. Porque claro, en el estricto sentido de la palabra, ni siquiera la pantallota en la que pierdo el tiempo cada noche me pertenece. Ni mi cama, ni la tele pequeña, ni el refri. Ni esta compu. Vamos, no tengo ni lavadora. Es verdad: no tengo pinches nada. Y entonces, mientras me quedaba en casa, muy triste por no tener nada y por no satisfacer los estándares de buena hija que en algún momento se me impusieron -y que al parecer incluyen llegar a los 30 mínimo con un carro- recordé esas cosas de las que siempre he estado segura.

Siempre he estado segura de dejar atrás los traumas y telarañas mentales. Y para eso he ido a terapia, y seguiré yendo las veces que sean necesarias. Siempre quise trabajar en algo que me gustara. Y por eso renuncié a un trabajo seguro y estable, pero opresivo y frustrante. Siempre quise hacer las cosas por el modo difícil. Porque así he aprendido más, porque lo mío es la complicancia, la enredosidad. Siempre quise ser feliz. Y con el tiempo he aprendido a emocionarme, a estrechar lazos, a sentir pertenencia, a decir te amo, a sonreírme cuando me veo al espejo.

Es tan cierto, no tengo nada. Nada de lo que quieren que tenga. Pero tengo todo. Todo lo que estoy segura de haber querido.

miércoles, marzo 05, 2014

Proyecto Iker

Día 23 (5 de marzo de 2014):

- Al taxista que nos llevó a tu consulta le dio mucha risa que veníamos diciendo que rechinabas mucho y roncabas por las noches y que seguro tenías descompuesta la banda y ocupabas un cambio de balatas. Bueno, eso decíamos eso y muchas mas burradas.
- Dos señoras te chulearon y te dieron sus bendiciones mientras yo te cargaba. A la primera tuve el valor de decirle que no eras mi hijo y darle crédito a tu mami. A la segunda ya no. Perdón por saludar con sombrero ajeno. Acá lo importante es que te chulearon.
- El doctor le dijo a tus papis que te pusieran los calcetines de los pies y de las manos (así es: no usabas manoplas, usabas guantes en las manos) al revés, para que no se te atoraran los hilitos de las costuras en los dedos o las uñas. La verdad te veías muy chistoso y a tu madre y a mi nos dio uno de esos ataques de risa que de pronto nos dan (seguro ya nos has visto). Eso estuvo mal, porque a ella le sigue doliendo la pancita después del parto y no la dejan hacer esfuerzo, y aunque reírse no le cuesta nada de trabajo sí representa un esfuerzo muy grande. Una señora se nos quedaba viendo, como que quería unirse a la fiesta que traíamos, pero pues no se animó.
- Hoy se perdió el primer calcetín. Fue rescatado por primera vez cuando salimos del consultorio y un amable señor nos lo entregó. Pero al llegar al coche ya no lo traías. Seguro este es el primero de una larga lista de calcetines que vas a perder. Pero no te preocupes, soy la fundadora de ese famosísimo movimiento a favor de la reutilización de los calcetines que perdieron su par, y me encargo de que todas tus calcetitas se utilicen.
- Te embarraste todito... pero tal vez eso no quieres saberlo.
- Te amamos.
Fin del reporte.

viernes, febrero 28, 2014

Esta es la historia de un ghost writer que pasaba los días cazando palabras. Las buscaba en todos los rincones del internet, en cada archivo de su oficina. Pero de vez en cuando alguna palabra se le escapaba, y entonces tenía que resignarse y dejarla ir. Así se fue quedando sin algunos adjetivos y ahora ya no puede decir que "el proyecto fue desarrollado de forma transversal..."

lunes, septiembre 23, 2013

Me gusta mucho dar abrazos. Creo en el poder curativo de un abrazo bien dado, uno de esos que envuelven, que arropan, donde los brazos se extienden totalmente para recibir el cuerpo del otro, para después cerrarse y apretar poco a poquito. Esos abrazos en que las manos del otro quedan en la espalda y te cubren, te protegen, te atraen. Abrazos que en verdad son abrazos. Y si duran más de lo políticamente correcto, pues mejor aún. Me gusta mucho abrazar, porque para mí no hay mejor regalo que mi espacio vital: "mira, ven, te quiero tanto que te regalo el espacio que la etiqueta dicta que debe haber entre ambos... te voy a dejar que invadas mi lugar seguro, te voy a permitir que traspases más allá de lo que le permito al mundo, y más aún, voy a abrirte mis brazos para que veas que no vengo armada, que soy vulnerable, que si quisieras podrías destrozarme en este momento."

Me gustan los abrazos sinceros, bien dados, sin pena, sin restricciones. Qué tristes deben ser aquellos que sólo dan abrazos de palmadita en la espalda. Que sólo tocan el hombro, que te detienen con la mano y sólo te agarran el brazo. Se pierden de esa hermosa sensación de sentir cómo late el corazón del otro. De olerlo, de saber a qué temperatura está, de escuchar su respiración. Vemos a los otros caminando, de aquí para allá, pero ¿cómo podemos comprobar si en verdad están vivos? ¿cómo, si lo políticamente correcto es estar a medio metro de distancia?

Me gustan los abrazos amplios, plenos, abiertos, bonitos, lentos. Abrazos que huelen a canela. Abrazos a 37°. Abrazos que son como un nido. Abrazos que dan la seguridad de que tu corazón sigue latiendo.

viernes, agosto 23, 2013

Otro credo

Estaba dando una revisada a un libro que es de mis favoritos pero que sus 800 páginas no me dejan transportarlo con comodidad (ahora lo tengo en PDF, hell yeah!), y me encontré con este "credo" que de forma harto hereje propone el autor. Lo comparto aquí porque representa mucho de lo que en verdad creo. Enjoy it. Or not.

Creo en Shakespeare, en Goethe y en las obras canónicas reconocidas así en la tierra como en el cielo. 
Creo en Vincent van Gogh, el retratista tocado por Dios, nacido en Groot- Zundert (Breda), formado en París y en Arles, que trabó amistad y se enemistó con Gauguin, que enfermó, enloqueció y se suicidó, que subió al cielo y está sentado a la derecha del Padre, de donde ha de descender para juzgar a los cultos y a los incultos. 
Creo en el poder de la cultura, en la vida eterna de los genios, en la santa Iglesia del Arte, en la comunión de los cultos y en los valores del humanismo. Por los siglos de los siglos, amén.

Schwanitz, Dietrich. La cultura, todo lo que hay que saber (p. 590)

miércoles, julio 17, 2013

Lo que no tengo

Estoy sentada en mi sillón improvisado, viendo la tele que dejó Elena. Miércoles, 4:15 de la tarde y yo nomás me preocupo por que la lluvia no se meta por la ventana y de nuevo le caiga a mi café.
Bueno, no es que sólo eso me preocupe, en verdad -como he contado antes- vivo en una preocupación constante, pero en este caso es nomás que decidí que va una preocupación a la vez.

Tengo casi 32, se me acabó la beca y no terminé la tesis para doctorarme, no tengo trabajo estable,  tuve que pedirle dinero a mi madre para pagar la renta de este mes, no tengo novio ni nadie con intenciones de serlo, quiero vacaciones pero no tengo dinero, muchos de mis amigos más queridos ya no viven aquí, no puedo comprar ansiolíticos y me tengo que curar la ansiedad yo sola, tengo semanas de no salir de fiesta, los sábados me levanto a las 6 am, tengo meses sin comer en el Cabo Grill, no me alcanza para una pizza y me la tengo que hacer yo, ando buscando cupones y descuentos en todos lados. Y a pesar de todo eso: mi terapeuta me dio de alta.

Me dí cuenta de todo lo que no tengo. Pero también es cierto que tengo lo que necesito, y es por eso que no me preocupo. Tengo un trabajo muy importante y que requiere de mucha responsabilidad, es como freelance, pero no me importa, sé que les gustará mi trabajo y me querrán contratar por siempre. Gracias a mi otro trabajo (sí, tengo dos) que requiere de levantarme los sábados a las 6 am es que tengo tiempo en la semana para dedicarme a terminar mi tesis... o a hacerme wey (según sea el mood). Aunque extraño a mis amigos, en la ciudad siguen estando esos entrañables que no me dejan sola y que los sábados me llevan a misa, o que llegan los martes con 3 cervezas para ver dos capítulos de Top Gear, o los que me arrastran a sus compromisos y me dan la oportunidad de hacer voluntariado. Al menos tengo la certeza de que sé cocinar, y muy bien, y me puedo preparar unos tacos de pescado cuando se me antojen, o cupcakes, o pizza, o lo que se me ocurra. Sé que a pesar de los pesares y de los tropiezos que podamos tener en nuestra relación, mis papás están ahí y hacen lo posible para que yo esté bien y pueda seguir averiguando lo que quiero hacer de mi vida. Estoy entendiendo que el amor de mi vida va a ser aquel del que yo también sea el amor de su vida, y si aún no se hace presente es porque primer necesito sanar, recobrar mi dignidad y aprender a confiar de nuevo. Y qué bueno que llueve, porque de todas formas quedarme en casa tomando café es mi forma de curar mis ataques de ansiedad, y hoy no quería salir. La naturaleza me da pretextos.

A pesar de lo que no tengo, no puedo evitar voltear a la ventana y sonreír, y sentir que soy feliz. Y que pronto podré viajar, pedir pizza, visitar a los amigos, abrazar a mi familia, tener el mejor trabajo del mundo mundial, amar a alguien que también me ame. Pero eso será después, por ahora sólo me preocupa que mi café se salpique con agua de lluvia.

jueves, junio 20, 2013

#tengosismógrafo

Esta es la historia de mi primer temblor. Es decir, mi primer movimiento telúrico... porque temblores en general, he sentido varios.
Creo que cuando viajo al DF nunca me pongo a pensar en si me va a tocar que tiemble o algo así. Las inundaciones llevan el primer de mi top 5 de desastres naturales recurrentes del DF. Y esta ocasión tampoco esperaba un temblor, por eso fue tan extraño todo lo que ocurrió en ese corto tiempo.
Estaba en el tercer piso de un edificio viejo en la colonia Roma, donde -dicen los que saben- los temblores se siente bien y bonito. Y sí, tiene razón. El lugar es un restaurante/bar muy bonito, muy hipster, muy nice, bien decorado, bien iluminado, como es el último piso no tiene techo, le construyeron un tipo de estructura metálica que permite estar casi al aire libre, y si llueve sólo cierran con una especie de ventanales. Muy inn, les digo. Se llama Romita (ahí para cuando quieran ir a sentir un buen temblor).
Iba con 3 de mis mejores amigas y un amigo muy querido, puro foráneo, puro norteño, puro nuevo en el DF. Nuestra mayor preocupación en la vida es una balacera o un temblor provocado por una granada, así que de movimientos de las placas terrestres no sabemos.
En cierto momento de la noche, después de una cerveza clara y un raspadito de horchata con mezcal, sentí como que el estómago se me empezó a revolver. Me sentía mareada, como si me hubiera bajado la presión. Como que no hallaba mi centro, como que se me movía el piso. Primero pensé que era la mezcla de la cheve con el mezcal, pero la verdad ni había sido para tanto, y ni que tuviera 15 años para marearme por eso. Además, sentí el malestar de otro modo, no como si anduviera tipsy, más bien como si me hubiera dado un bajón.
Así pasaron unos 10 minutos, sin saber qué onda. Justo estaba por pararme para ir a vomitar cuando vi la cara de mis amigas, en verdad parecían muy asustadas y confundidas. En eso, varias morras que estaban en la parte de arriba (un tipo mezzanine) empezaron a gritar y varias bajaron casi que corriendo. Cuando las vi, me fijé que los abanicos del techo y las lámparas se movían de un lado a otro, y nuestra mesa parecía que bailaba. También me di cuenta de algo muy importante: ¡se me pasó el mareo!
Debo decir que dos de mis amigas estaban bastante preocupadas, y lo único que se me ocurrió decir que fue que no pasaba nada, que todo estaba bien... y por supuesto, no pasaba nada, estábamos en un tercer piso de un edificio viejo en un temblor de 6 grados... obvio que no pasa nada. Claro que se me ocurrió que podríamos bajar a la calle, como indican en la tele y como dice el protocolo, pero quiero que me entiendan: estábamos en un tercer piso, con unas escaleras super angostas, pequeñitas, que subían (o bajaban, en este caso) en forma de caracol. La verdad mis probabilidades de morir desnucada por bajar en chinga eran mucho más altas que morir en el temblor.
En la mesa de atrás estaba un amigo, que sí es nativo del lugar, y decidí ver cómo reaccionaba y actuar igual que él. El bato se quedó en la mesa, tranquilo, echando cheve, con sus cuates. Creo que se pasó de cool, pero pues al final me funcionó esa misma actitud. Sólo nos preocupamos por la pasta de mi amigo y el martini de mi otra amiga, que bailaban felices sobre la mesa (la pasta y el martini, no mis amigos, ellos bailaban en sus banquitos al ritmo del temblor) y sólo esperábamos que no se cayeran (la pasta, el martini, mis amigos y el edificio, más que nada). Con gusto hubiera agarrado la copa del cosmopolitan, pero tenía mis manos ocupadas agarrándome fuertemente de mi banquito rústico de pino, que gracias al cielo no se rompió.
Cuando pasó el temblor, mucha gente decidió irse. Alguna de mis amigas sugirió lo mismo, pero a mí un temblor no me detiene, así que preferimos quedarnos. Total, el lugar resistió y la gente seguía ahí.
Si me preguntan cómo fe mi experiencia, creo que el temblor ni siquiera lo sentí, o no recuerdo tanto haberlo sentido, para mí lo peor fueron los 10 minutos previos en los que sentía como que me hubieran dado vueltas con los ojos vendados para pegarle a la piñata.
Unos 20 minutos después, cuando ya nos íbamos a seguirle a otra parte, volví a sentirme mareada y me dijeron que posiblemente fue la réplica. No vi que nada se moviera o que alguien más se alarmara, así que supongo que fue mi sismógrafo interno.
El domingo le hablé muy emocionada a mis papás para contarles la experiencia. Y puede ser algo muy simple para ustedes, pero a mí me gusta saber que finalmente sí tengo un superpoder: ¡tengo sismógrafo incluido!

viernes, mayo 10, 2013

Sentí la necesidad de poner esto aquí porque es mi lugar seguro, porque representa este momento de mi vida, y porque podría regalársela directamente a una persona, la verdad es que ya no tengo ni ganas, ni fuerzas, ni intenciones de volver a escribirle sobre esto.
Me la escribo a mí, me la dedico a mí.

Run - Snow patrol

http://www.youtube.com/watch?v=jS8IZcx7tJY

I'll sing it one last time for you
Then we really have to go
You've been the only thing that's right
In all I've done


And I can barely look at you
But every single time I do
I know we'll make it anywhere
Away from here

Light up, light up
As if you have a choice
Even if you cannot hear my voice
I'll be right beside you dear

Louder louder
And we'll run for our lives
I can hardly speak I understand
Why you can't raise your voice to say

To think I might not see those eyes
Makes it so hard not to cry
And as we say our long goodbye
I nearly do

Light up, light up
As if you have a choice
Even if you cannot hear my voice
I'll be right beside you dear

Louder louder
And we'll run for our lives
I can hardly speak I understand
Why you can't raise your voice to say

Slower slower
We don't have time for that
All I want's to find an easy way
To get out of our little heads


Have heart, my dear
We're bound to be afraid
Even if it's just for a few days
Making up for all this mess


Light up, light up
As if you have a choice
Even if you cannot hear my voice
I'll be right beside you dear


lunes, abril 08, 2013

De cómo Aeroméxico me enseñó a ser paciente...

Han sido días intensos. Días en que las cosas se resuelven y se desenredan. En lo particular me parece más complejo el momento en que algo se resuelve, porque implica un gran desgaste de energía el adaptarse a las nuevas situaciones. Claro, es una alivio llegar al fin de algo, pero también es difícil. A este punto saben que no hablo sólo de Aeroméxico. Varias cosas en mi vida se han estado desenredando y la situación con lo de mi maleta perdida es sólo una prueba más de cómo ser paciente me ha resultado benéfico en este caso... nomás en este, por lo pronto.

En mayo de 2012 me fui a Montevideo a un congreso. Fue mi primer viaje al extranjero y esperaba que fuera toda una aventura. Y sí. No como quisiera, pero sí. Yo llevaba una maleta pequeña que podría no documentarse, mi bolsa de mano y un beso de buena suerte. Volaría de DF a Santiago y de ahí a Montevideo, y de regreso la misma ruta. La verdad es que me la pasé muy bien, conocí mucho, aprendí mucho... viajar siempre será un placer.

Cuando se me acabó el veinte y tuve que regresar decidí que, dado que iba a estar varada en Santiago por al menos 11 horas, era mejor documentar la maleta desde Montevideo y que llegara directo a DF. Así lo hice: me despedí de mi maleta, vi como se iba con la banda transportadora y pensé en lo mucho que necesitaría que aquel beso de la suerte no me fallara, porque nunca se sabe cuándo es la fecha de caducidad. El asunto es que 20 horas después llegué al DF, pero mi maleta no. Muchas maletas paseaban por ahí, pero no la mía. Bueh... al parecer la suerte en esa modalidad duraba sólo 7 días.

Fui al mostrador de Aeroméxico para poner la queja sobre mi maleta, me dijeron que si venía en el siguiente vuelo me la enviaban a Monterrey sin problema. Lo cuanto sin mucho drama, pero en verdad yo no podía dejar de llorar, en esa maleta estaba mi mejor ropita, todos mis suéteres, mis zapatos favoritos, mi único pantalón de vestir, mi bra nuevo, la bolsa que le compré a mi hermana, la playera de aquel hombre, el mameluco para sobrino medio uruguayo, los alfajores para los papases... ¡MI CONSTANCIA COMO PONENTE! ¡MI LIBRO DE OBITEL! Sí, ahorita ya lo veo como algo material, pero por meses buscaba mi sueter rojo, mi blusa rosa y cuando me acordaba que andaban rondando en alguna parte del mundo me daba la depresión.

Salí de la sala de equipaje y cuando pasé por aduana me tocó rojo. El pinche colmo. La señorita se compadeció de mi porque vio que estaba llorando y que nomás tenía una bolsa de mano, nada de equipaje. No preguntó nada y se lo agradezco. Salí enfurecida y triste y decepcionada y muy infeliz de que mi aventura del viaje al extranjero hubiera terminado así. Tomé un taxi a la central porque no estaba de humor para viajar en metro. Agarré el primer camión a San Luis y lloré todo lo que no había llorado en mucho tiempo por las siguientes 5 horas. Ya no era sólo llorar por la maleta, era llorar por mi poca suerte, por la ineptitud de la aerolínea, por el hubiera, por lo que no hice, por lo que sí hice. Llorar por lo que se fuera acumulando.

Llegando a San Luis me compraron unos zapatos y algo de ropa, y regresé a Monterrey con la esperanza de que mi maleta me estuviera esperando. Pero no: fueron semanas y semanas de llamar al servicio a clientes, de tener que decir siempre la historia porque al parecer nunca aparecía en el historial, y esperar y esperar. Durante ese tiempo, me dijeron que el departamento de rastreo de equipaje no rastrea el equipaje, sólo esperan a que llegue, y si no llega pues ni modo, ya no llegó. Eso de rastrear lo tuve que hacer yo: hablé a LAN para plantear el caso (viajé con LAN de Montevideo a Santiago) y muy amablemente me remitieron con el jefe del departamento de Lost. Me dieron todas las facilidades para poder rastrear y enviaron ellos a Aeroméxico las pruebas de que entregaron mi maleta en Santiago, de modo que el problema no estuvo en ellos.

Mientras, en Aeroméxico insistían en que debía esperar a que apareciera. Ellos no iban a buscarla, eso me quedaba claro. Me dijeron que pasados los 21 días podía proceder la denuncia por pérdida y se iniciaba la investigación. Un mes después, cuando se cumplieron los 21 días pedí que iniciaran el proceso (para vuelos nacionales son 15 días y para internacionales 21). Cuando llegó el momento levanté la denuncia por pérdida y esperaba que Aeroméxico respetara lo que dice la ley. Siempre espero demasiado, ese es el problema.

Para entonces ya me había leído los términos y condiciones de lo que tiene Aeroméxico en línea (que no es mucho y no es nada explícito) y aunque busqué el contrato de compra-venta nunca encontré la info. Por otro lado ya había repasado la ley de aviación civil y demás reglamentos al respecto. De modo que cuando me ofrecieron un viaje a Canadá, Estados Unidos o Centroamérica (pagando yo los impuestos) les dije que no. En una segunda llamada me dijeron que los viajes incluían una cantidad para que pagara los impuestos, pero igual dije que no. No tenía intenciones de viajar a ninguno de esos lugares, y tal como se los expuse: un viaje al extranjero requiere de ciertos gastos que no estaba ni estoy en condiciones de afrontar. Simplemente la ida al aeropuerto son 300 pesos que no tengo ni por qué gastar ni por qué poner de mi cuenta sólo para hacer uso de un vuelo que al final de cuentas a ellos no les cuesta nada.

Cuando rechacé las ofertas me dijeron que era lo último y pues ya saben, el clásico "hazle como quieras" pero más classy. Decidí llevarlo a Profeco y aunque hubo un gran retraso en finalizar el problema (imputable a mí, yo fui la desidiosa) por fin, este día hace unos minutos, llegó a buen término y Aeroméxico me va a pagar lo que dice la ley: el equivalente a 75 salarios mínimos. Me ofrecieron nuevamente pagarme con servicios, un equivalente a $4500, que ni de chiste se compara con lo que ya me habían ofrecido y que era mucho más, y que como ya les había dicho, no me interesaba. ¿Estoy satisfecha con el trato? Sí. ¿Creo que es justo? No, definitivamente no. Estoy satisfecha porque mi argumento era el apego a la ley, pero me queda claro nuevamente que la ley y la justicia no siempre son compatibles. Todas las cosas que llevaba en mi maleta tenían un valor incalculable, y dentro de lo calculable el contenido ascendía al menos a 10 mil pesos. Obtuve un poco menos que la mitad, pero al menos lo que se cumplió fue lo establecido en la ley y lo mejor para mi beneficio -que es lo que se estaba buscando con la denuncia-, y no la voluntad de la empresa que iba en beneficio de ellos. Si al final de cuentas eran los responsables, el mínimo de justicia es que paguen como se debe.

¿Quieren o necesitan poner una denuncia? Así como en el caso de Conapred que ya platiqué en el blog, lo primero que se requiere es PACIENCIA. Mucha. Aunque estas instituciones de denuncia no son tan nuevas, de pronto la cuestión de la burocracia hace que sea tardado. pero al final vale la pena esperar para poder resolver los casos. Lo segundo que recomiendo es tener BUENA ACTITUD... seh, así como lo leen. Es lo que menos se tiene en estos casos pero sinceramente es la mejor opción: cuando hablen por teléfono, cuando escriban los correos, en la audiencia de conciliación, siempre con educación aunque en verdad queramos decirles todos los insultos que se merecen. Me funcionó siempre hablarle bonito a los de atención a clientes, siempre conducirme con respeto y dar las gracias y pedir por favor. Igual en la audiencia, aunque las declaraciones del representante de Aeroméxico me hicieron querer ahorcarlo, decidí mantenerme tranquila, respirar profundo y tratar de llevar todo por el lado de la buena onda.Eso sí, no confundir buena actitud con ser un dejado: uno puede decirle a alguien que es un pendejo con toda la educación del mundo y a veces hasta las gracias te dan. Y un tercer consejo, LEAN LOS DOCUMENTOS NECESARIOS: el contrato que firmaron, los términos y condiciones y sobre todo las leyes pertinentes. Uno de mis argumentos es que en la página Aeroméxico no establece con claridad la forma en que hace la reparación del daño en caso de pérdida de equipaje o daño del equipaje, de modo que me fui a la Ley de Aviación Civil para ver lo establecido. Ahí fue donde hallé lo de los 75 salarios mínimos que fue lo que terminó ofreciendo por sí misma la aerolínea.

De modo que, en resumen: PACIENCIA, BUENA ACTITUD y ESTAR INFORMADOS.

¿Quieren poner una denuncia? Si ya leyeron la información pertinente sobre su caso, pueden abrir un expediente en CONCILIANET, suben la información necesaria que les parezca que apoya su caso y en poco tiempo un conciliador se pone en contacto. Si hacen falta más documentos él se los hace saber. Cuando el caso haya procedido se hace una cita para la audiencia, que es en línea, todas las partes involucradas exponen sus argumentos y sus peticiones, acá lo más importante es ser sinceros y expresar lo que se quiere. En mi caso era: agradezco que me ofrezcan un vuelo, pero no está en mis planes y no tengo el dinero para costearlo, y dado que la ley dice que son 75 salarios mínimos entonces eso es lo que quiero. Cuando se llega a un acuerdo se levanta un acta y queda la resolución en los términos acordados. Yo me tardé 3 horas, pero valió la pena la espera. Tanto la gente de Profeco como de Aeroméxico van en la actitud de media y de lograr que se lleguen a acuerdo, por eso es importante tener paciencia.

Al final nada me devuelve mi sueter negro, ni mi diadema favorita, ni los regalos, ni los alfajores, ni mi reconocimiento como ponente... espero que al menos mis cosas hayan caído en buenas manos. Y aunque el dinero que me van a dar no me parece justo ni que cubra con lo que perdí, al menos fue una pequeña batalla ganada. Poco a poco la esperanza de que las cosas pueden resolverse y hacerse bien va ganándole a mi pesimismo. Ya aprendí a no documentar en los aviones, a poner los souvenirs en la bolsa de mano y que los besos de la suerte sólo duran 7 días.

martes, febrero 19, 2013

¡Ya llegaron mis nuevas toallas sanitarias!

Prólogo
Y dirán ustedes "¡a mí que chingados me importan sus toallas sanitarias!", y pues sí, supongo que no es de su incumbencia. El asunto es que este ha sido uno de los días más felices de mi vida por todo lo que esas toallas sanitarias representan. Como saben soy alérgica a un mundo de cosas, entre ellas el material de la toallas, y cada mes mi vida es un martirio y pongo remal y quiero llorar y que todos se vayan al diablo (como cualquier mujer en esos días, pero en mi caso un poco más). El asunto es que no puedo usar otra cosa porque también soy alérgica, dice mi madre que cuando nací quisieron ponerme pañales desechables y me causaron una reacción alérgica y la pobre tuvo que ponerme de tela ¡de teeelaaa!. Y es por eso que aprendía  ir al baño antes de cumplir 1 año, alentada por mis padres que ya no querían pasar el día lavando pañales de tela. Neta, que joda.
Pues hoy llegaron mis nuevas toallas, se las recomendaron a mi mamá, son gringas y el kit trae suficientes paquetes como para sobrevivir unos 4 meses, cuesta un ojo de la cara pero se supone que no me van a hacer sufrir y voy a ser mejor persona. Y yo quiero ser mejor persona. El por qué me decidí a buscar opciones hasta ahora después de tantos años de sufrir es lo que nos lleva a este momento. Si no hubiera sido por lo ocurrido hace un mes (¡ya es un mes!) tal vez ahorita estaría en Monterrey, haciendo mi vida normal, y sufriendo como sufro mes con mes. Pero el hubiera no existe y es por eso que estoy en el cuarto de mi madre -desde hace un mes- sin poder salir ni hacer casi nada, y desde este lugar que espero dejar en máximo 15 días, les cuento el cuento.

1.
Ese domingo desayuné una torta de chilaquiles ¡buenísima!, nos llevaron ahí a la esquina de Alfonso Reyes y Tamaulipas para celebrar que estábamos juntos, que estábamos hambrientos, que estábamos de vacaciones y que andábamos de vagos en DF. Ese día en la mañana, mientras me bañaba había tenido una hemorragia horrible y no sabía de dónde venía la sangre... me asusté y me aguanté, y me fui a desayunar. La noche anterior me tocó ir con Christian al primer concierto de Metallica, no me pude parar casi nada porque moría de dolor, y cuando me paré ir al baño tocaron justo la que estaba esperando (pero ya sabemos que ese es mi karma, así que ya ni me pesa). Antes de eso anduvimos caminando por Madero, y antes de eso en Los Azulejos y en los churros de El Moro. Y antes de eso yo ya sentía que cada paso que daba era una tortura.
Tenía un absceso en la parte del glúteo, yo pensaba que era una irritación causada por las toallas sanitarias, que mes con mes me provocan cierta alergia (yo y mis alergias), así que estaba acostumbrada a sentir ese dolor y esa incomodidad. No saben cómo se formó el absceso, pudo estar desde antes, pudo salir por la misma rozadura, no lo sabremos y tampoco tiene caso que me quiebre la cabeza pensando en eso.
Tuve que viajar 5 horas para poder llegar a San Luis. Mi mamá ya sabía lo que había pasado y estaba lista para llevarme de la central al hospital. Fue muy rápido todo: llegamos, me revisó un doctor, dijo que había que drenar, trajeron al cirujano, empezó el procedimiento ahí en urgencias, dijo que el asunto era más grave y complicado, y una hora después de haber ingresado me informaron que una parte de mi nalga estaba necrosada (que ya era puro tejido muerto) y que para evitar que me invadiera el resto del músculo me iban a tener que quitar esa parte. En la mañana estaba desayunando torta de chilaquiles, y 12 horas después estaba en el quirófano, con medio cuerpo anestesiado, y con un cirujano quitándome una parte del cuerpo. De mí cuerpo.

2.
Estuve en el hospital desde el domingo en la noche hasta el martes al mediodía. Nunca había estado internada en un hospital y la única intervención que tuve en la vida fue cuando me hicieron la operación de los ojos para dejar de ser miope. Esa vez fui muy feliz... ya sé, nadie puede ser feliz en un hospital, pero yo sí, estaba rebonito, todo fancy, fue en Zapopan (en el Puerta de Hierro, gooeee) y mientras esperaba el turno nos sentaban en unos reposets, teníamos unas televisionsotas (que no sé para qué porque los ahí presentes teníamos la pupila dilatada y así no hay modo), las enfermeras buena ondi, todo bien bonito pero no fueron más de 2 horas. La verdad es que en esta ocasión no fue tan agradable: me canalizaron y me dolió mil porque no me hallaban la vena, me sacaron al menos 6 muestras de sangre que también me dolieron horrores porque tampoco me hallaban la vena en ningún brazo, me pusieron anestesia en la espina por medio de un cateter y me dolió tanto que lloré, y es que adivinen... sí, no me hallaban la vena. Lo bueno es que por ese cateter me ponían anestesia directa cada que me daban dolores, y por la canalización me ponían harto ketorolaco cada 8 horas, me doliera o no. Y si me conocen sabrán que eso es muy parecido a mi idea del paraíso: analgésicos y anestesia directa, ilimitada, directo a la vena.
La verdad es que estar en un hospital privado debe ser una cosa muy distinta de estar en un hospital público. Debo decir que nunca he ido ni al ISSSTE ni al IMSS, mas que de visita, y no puedo dejar de sentirme agradecida y afortunada de que mi madre haya querido -y podido- llevarme a un hospital privado. Cada 3 horas llegaban 2 o 3 enfermeras a tomarme la presión, el pulso, la temperatura, la glucosa, que si ya había hecho pipí, que si no quería hacer popó, que si cambiarme la gasa, que si la curación de la herida, que si ocupaba más almohadas. A veces nomás llegaban a preguntar qué onda, cómo iba y si no se ofrecía algo, "sí señorita, un sope de frijoles de los que venden acá atrás y un café del oxxo". Y es que mi cuarto tenía una ventana enorme que daba directamente al edificio de mi primaria, y al lado está una fondita que vende unos sopes de muerte... nomás se me antojaba pero pues ni como.

3.
El martes en la mañana me dieron de alta, después de desayunar me tenía que meter a bañar después de casi 3 días 3 de no tocar un jabón (aaaascoooo). Me quitaron la canalización y el cateter (adiós ketorolaco, adiós anestesia) y me ayudaron a llegar al baño. Me dijeron cómo tenía que limpiarme la herida, cómo secarme y cómo ponerme después las gasas con el bactericida. ¿Saben qué fue lo más difícil? Tener que tocar la herida... me dio un ataque de pánico, empecé a llorar y me hiperventilé, casi me caigo del mareo que me dio. Y es que no es fácil bañarte un día y sentir que tu nalga derecha está completa y tiene forma de nalga, y de pronto, 3 días después, pones la mano donde debería haber algo... y no, ya no hay nada, nomás un hueco que parece enorme, y sientes el músculo directo, sin piel, sin nada de nada. Yo calculaba que de largo tendría unos 20 cm, de ancho al menos unos 8 y de profundidad... no sé, mucho. No sé qué se sienta que te quiten una parte funcional del cuerpo, como un brazo o una mano o una pierna, pero debe ser algo muy duro, muy difícil de superar y sobre todo de entender. En mi caso fue una parte medio inútil -la parte baja e interna de la nalga- es decir, me ayuda al sentarme y todo eso, pero no es una parte que requiera para mis actividades diarias. Sin embargo, aunque entiendo perfectamente que el músculo se va a regenerar y aunque en estas 4 semanas he sentido cómo la herida se hace cada vez más pequeña e imperceptible, ha sido muy difícil saber que no estoy completa. Es una zona complicada, que si bien no se nota cuando estoy de pie o caminando, sí es un lugar que siento y que tengo que tocar constantemente, y de todo este proceso creo que esto es lo que más trabajo me ha costado porque al parecer es algo que no entiendes hasta que sucede. Decidí tomar medidas al respecto, y en cuanto vuelva a mi vida normal voy a llegar directo al departamento de orientación para hacer una cita con el psicólogo, porque en verdad, a menos que les haya sucedido, no tienen una idea del nivel en el que afecta una situación así. A esta fecha no me he atrevido a ver la herida, ni he dejado que  mi madre la vea, no quiero que pase por eso. Algún día. Por lo pronto, tomarlo con humor, no hay de otra, no me agüito.

4.
Dijeron que al menos 4 semanas. Esta semana es la 5a y ya voy mucho mucho mucho mejor, pero aún no ha terminado de cicatrizar la herida, ya se redujo como el 70%, mide menos de 5 cm , ya no está profundo, se siente mucho menos. Para que esto fuera posible han tenido que pasar 4 semanas de curaciones diarias y de muchos cuidados que me dan mucha flojera, pero que tengo que tener porque no quiero volver a pasar por lo mismo.

Epílogo
Ya es febrero, ya es 2013... me tomó demasiado tiempo decidirme a terminar este post. Tanto como me ha tomado tiempo acostumbrarme a vivir con una nalga medio deforme.
Sigo sin poder andar en bici, pero ya puedo hacer pilates. Y todo lo demás, nomás lo de la bici todavía no. Ya se me acabaron las toallas sanitarias mágicas, es momento de resurtir la despensa porque lo que menos quiero es pasar por esto de nuevo.
Ando feliz, de eso no tengan duda.

Mi terapeuta diría que mi obsesión con las novelas, cuentos, series, películas y demás material leíble, visible o escuchable, relacionado con Sherlock Holmes o Auguste Dupin (estoy a dos segundos de retomar también al entrañable Hércules Poirot) se debe a mi necesidad de darle solución a cosas que no están en mis manos resolver y que sólo puedo consolarme al ver cómo Sherlock y compañía sí pueden.
El asunto es que los misterios que tengo pendientes no podrían resolverlos ni ellos. Y es por eso que me aferro a intentar aprenderle algo a ese Dupin que se las sabía todas y no tenía que andar con la paranoia a cuestas tratando de atacar cabos. La diferencia entre ellos y yo es muchísima, necesitaría ser un personaje de cuento inventado por un gran escritor para poder tener todas la habilidades que ellos poseen. Pero no crean, cada noche cuando veo un capítulo de Sherlock, o cuando leo un cuentito donde Dupin vuelve a salvar al mundo, intento poner atención, como si tomara clases, para ver qué se me pega. Creo que he avanzado mucho en mis artes detectivescas: trato de ser más observadora, poner más atención a lo que se dice, pero también a lo que no se dice, intento que mi memoria no me falle, que no se me vayan los detallitos. Y ahí ando por la vida, tratando de resolver mis propios casos.
Sin embargo, más allá de aprender a observar, escuchar y obligar a mis neuronas a hacer sinapsis, me estoy llevando la mejor lección de todas: debe haber una motivación para resolver el caso. Y pues, en esas ando... buscando la motivación para ya, de una vez por todas, ser el detective de mis propios asuntos.
Un día de estos, se los prometo. Mi terapeuta me lo agradecerá, porque creo que está a nada de diagnosticarme con Síndrome de Holmes o algo así.