martes, agosto 04, 2015

Cuando tenía como 10 años, me tocaba ir por el pollo asado para la hora de comida. Me iba yo solita. En bici. Para poder llegar a la esquina donde vendían los pollos tenía que cruzar unas cuatro cuadras de la avenida donde vivía, y luego tomar una calle muy transitada con camellón, por donde pasaba el transporte público, siempre había carros estacionados porque casi todo eran comercios. Me acuerdo que mi mamá me decía que esa calle la tomara en sentido contrario, por aquello de los camiones y de los portazos de los carros.

El fin de semana soñé con ese recorrido, me acordé de mi bici con su canasta enfrente y sus pompones morados colgando del manubrio. Y mientras en mi sueño pasaba por esas calles, y toreaba camiones y manejaba por las banquetas con toda seguridad, al despertar pensé que ni de chiste podría volver a hacer ese recorrido en la actualidad. En verdad, me daría mucho miedo, preferiría irme caminando. Es más, preferiría pedir una pizza y que me llegara directo a casa.

Me acordé de mí misma, toda chiquita, pedaleando una bicicleta de niña, entre los baches y los topes. Y pensaba en si mi mamá se quedaba angustiada cuando me veía salir en la bici, sin casco, ni rodilleras, protegida nomás con su bendición y la amenaza de no tardarme. Había veces en que el pollo todavía no estaba, y me tenía que esperar. Me chocaaaaaaba esperar, ahí sola al lado del asador, regresaba toda ahumada oliendo a leña. Luego había señoras super gandallas que, a pesar de que veían que yo estaba haciendo fila, se metían y querían que les sirvieran a ellas primero. Siempre me he sabido defender, y aunque me causaba mucho estrés, les decía que yo había llegado primero. Posestas.

El sábado fui al parque con Iker, y mientras lo veía correr por el pasto, y tropezarse, y caerse, y llenarse de tierra las rodillas, y querer subir solo las escaleras de la resbaladilla, y correr sin que quisiera tomarme de la mano, y que un niño malcriado le quitara su pelota... me dio mucha angustia. ¿Dejaría yo ir a mis hijos en bici a comprar los tacos mañaneros? ¿Los dejaría ir solos a la tienda? ¿Los dejaría regresarse en camión de la secundaria? ¿Dejaría que mis hijas anduvieran jugando fut en la calle? Yo no sé cómo le hacía mi mamá. Es más, no sé cómo le hace ahorita.

Poco a poco voy entendiendo sus angustias, su estrés cuando son las 5 de la mañana y no he llegado, que quiera llevarme hasta el autobús cuando vengo de regreso a Monterrey, que me pida que le avise luego luego cuando llegue a casa, y que cuando se me olvida trate de hacer como que no le importe y me mande mensaje así como muy a discreción.

Ayer le mandé mensaje a mi papá porque soñé que se había muerto y que nadie me había dicho para que no me sintiera mal. Me habló luego luego para decirme que todo estaba bien, y me habló hace rato de nuevo para ver cómo seguía de mi coranzoncito. Le hizo el feo a los chayotes que traje de lunch, y me prometió tortitas de elote con azúcar y caldo de res sin res para cuando vaya a San Luis.

Está bien difícil esto de darse cuenta un día de que nuestras acciones no son solo nuestras, que le afectan a otros más de lo que imaginamos. Hasta nuestros sueños, al parecer. De que siempre habrá alguien que se preocupe por si ya comimos, por si todavía tenemos ropa limpia, por si nos ha dado alergia este mes. Qué difícil pasar la tarde pensando en que Iker se las va a tener que arreglar solo cuando alguien le quiera quitar su lonche a la hora del recreo. Qué difícil decirle que si quiere ir al antro, me va a tener que llevar.

1 comentario:

Bere dijo...

Tu mamá no sólo te dio su bendición, Te llenó de recursos y creo que eso es lo que nos toca, y confiar en que los pequeños de hoy saldrán adelante como nosotros más o menos salimos. Gracias estrellita, Te adoro... Iker también.